La semilla viajera y unos ojos que lo cambiaron todo


La semilla viajera y unos ojos que lo cambiaron todo
Campesinas de la vereda Santa Inés en San Vicente de Chucurí  mejoran su calidad de vida.

Por: Domingó. Corporación Compromiso.

La semilla se deja caer del árbol, está envuelta en una pequeña nube de algodón, alegre revolotea por el campo, girando… girando…viaja plácidamente,  unos ojos desorbitados e inquietos la observan, la semilla cansada de volar se posa tranquila en la tierra donde se oculta por varios días, de pronto una mañana cualquiera, abre sus cotiledones como dos brazos extendidos queriendo alcanzar los primeros rayos del sol, los ojos misteriosos que han estado escondidos todo el tiempo, observando y meditando se extasían del milagro de la vida. ¿De quién son aquellos ojos testigos de semejante prodigio?

Según hipótesis de sociólogos y antropólogos, aquellos ojos observadores del crecimiento de las semillas que caían de los árboles y su desarrollo en la tierra corresponde a las mujeres del neolítico. Si bien no es una afirmación con principios científicos, sí que suena muy lógica. Los hombres se dedicaban a la cacería  y las mujeres al cuidar sus hijos se quedaban en sus refugios, esto podría bastar para que ellas desarrollaran un sentido agudo de la observación, una capacidad de pensamiento sosegado,  dando paso así, al descubrimiento más extraordinario que dio inicio a las civilizaciones humanas… la agricultura.

La agricultura cambió el mundo, gracias a esta revelación femenina, el hombre deja de ser nómada y cazador, se convierte en agricultor, surgen los poblados, de ahí las ciudades, nuevas herramientas, nace el comercio, la economía y a partir del comercio también inició la división del trabajo, porque las personas se fueron especializando en sus actividades, esto permitió que el conocimiento sobre el mundo se ampliara, indicando  el nacimiento de las civilizaciones, surgen los grandes imperios y el desarrollo tecnológico, todo gracias a la agricultura.

Los estudiosos están de acuerdo en que la agricultura se desarrolló de manera independiente en varios lugares del planeta, en  Mesopotamia, Egipto Mesoamérica y el este de Asia por lo que podemos entender que este hallazgo al ser el principio del alimento, es la base  fundamental de cualquier cultura.

Así, de esta manera, podemos comprender por qué un taller de biopreparados agroecológicos en la vereda Santa Inés  del municipio de San Vicente de Chucurí es motivo de especial alegría y entusiasmo entre las mujeres que participan del proyecto de Economía Campesina y Seguridad Alimentaria de la Corporación Compromiso.  Es como si ellas desde su genética del neolítico acudieran al llamado de la vida y de la tierra.


El taller dirigido por Sonia y Ángela, está pensado integralmente. Éstas excelentes  profesionales son capaces de combinar los conocimientos técnicos con el contexto cultural de las diez mujeres que participan hoy en una jornada de estudio que las fortalece con nuevos saberes, más amigables con el medio ambiente. Las diez mujeres representan diez familias, que se benefician de iniciar un proceso de cultivo de huertas caseras agroecológicas y buscan mejorar la economía de sus hogares, pero sobre todo la producción de hortalizas y verduras sin el uso de agrotóxicos.  

Estas mujeres pertenecen a un entorno signado por la belleza de la naturaleza y a su vez, por una cultura de apego y aprecio a su tierra, que es pródiga en productos agrícolas famosos, como el cacao y los aguacates, entre otras riquezas naturales. Aquí, las mujeres campesinas son consideradas agentes de cambio en el sistema alimentario de sus familias y comunidades. Este aspecto coincide con afirmaciones del Banco Mundial que considera a las mujeres como la columna vertebral de la economía rural en todo el mundo, ya que “Las mujeres rurales poseen gran parte de los conocimientos necesarios para aumentar la seguridad alimentaria, impedir la degradación del medio ambiente y mantener la diversidad biológica de la agricultura. Representan un papel fundamental en las economías tanto de los países en desarrollo como de los desarrollados, pues contribuyen al progreso agrícola, mejoran la seguridad alimentaria y ayudan a reducir los niveles de pobreza en sus comunidades” y según la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO las mujeres en América Latina, representan el 20 por ciento de la fuerza laboral agrícola. “Sin embargo, la situación de las asalariadas con residencia rural y con trabajo agrario tradicional es, seguramente, la de mayor vulnerabilidad. No solo por su condición de trabajadora inestable con menor protección social que los hombres sino también porque su residencia rural agrava las condiciones de vida. La falta de  infraestructura de caminos, escuelas, salud y electricidad son carencias a las que están expuestas  permanentemente”.



En Colombia, persiste la inequidad en la estructura económica que pauperiza el trabajo de las mujeres. Durante el último lustro Colombia ha mantenido la desigualdad en la estructura económica, siendo el 2º país más inequitativo de América Latina y el 7º en el mundo (Universidad Nacional de Colombia, 2018). Según el  primer informe sombra especifico de Mujeres Rurales y Campesinas de Colombia presentado a la 72º sesión del Comité de la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer – CEDAW afirma que “Entre las zonas urbana y rural se presentan grandes brechas en pobreza, con la pobreza rural siendo como mínimo 50 % más alta que la urbana de 2010 a 2017” (DNP, 2018a, p. 10). Para el año 2016, las mujeres representaban el 51,6 % de la población de Colombia, el 21,2 % vivía en zonas rurales y de 3.070.586 hogares rurales un 23 % (707.056) tenía jefatura femenina. De estos, más del 40 %, catalogados como hogares rurales y rurales dispersos, se encontraban en condición de pobreza (DNP, 2018a; GEIH, 2017). El pasado 20 de noviembre de 2018 el gobierno Colombiano se abstuvo de firmar la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos, las campesinas y otras personas que trabajan en las áreas rurales” en el Tercer Comité de la Asamblea General de las Naciones Unidas, situación que evidencia la falta de voluntad y reconocimiento como sujetos de derechos a las mujeres campesinas y rurales y más aún cuando este tipo de Declaraciones están acordes a la Constitución Nacional y a los desarrollos que ha hecho la jurisprudencia de la Corte Constitucional”.

Mientras tanto estas mujeres chucureñas reunidas en la casa de don Darío, conscientes de su importante papel  en la historia de su vereda y en el futuro de Colombia, empiezan la reunión observando su entorno, que se destaca por el jardín de la casa, obra de la abuelita de don Darío.

Entre ellas comentan no solo la belleza del jardín sino que adivinan los nombres de las flores y admiran el desfile de gallinas criollas que se pasean los alrededores, como saludando la actividad que las invitadas se aprestan a realizar.







El primer tema que ocupa el trabajo es la idea de establecer acuerdos a una visita que realizarán a una finca en Cundinamarca en próximos días. Dicha visita es importante porque forma parte de su proceso, se trata de  conocer otras experiencias exitosas sobre agricultura agroecológica. Entre risas y anécdotas van estableciendo los acuerdos necesarios, dejando ver que en verdad están comprometidas  con establecer cambios que mejoren sus vidas y las de sus seres queridos. Asumen estos viajes como un ejercicio de comunicación, donde aprenderán de otros muy distintos, maneras nuevas de entender el mundo. Ya que se plantean reflexionar sobre sus realidades cotidianas a partir de otras culturas o de otras formas de hacer, buscando avanzar en la comprensión y transformación de su entorno desde sus propias experiencias consientes que de esta manera la comunidad a la que pertenecen puede avanzar. Saben que la fuerza de los vínculos entre ellas y con otros, en apartados lugares, permite una cohesión y una consistencia interna, que les permite ver más claramente su propia existencia y las posibilidades que tienen para transformar individual y colectivamente  su entorno, hacia algo más favorable.     










De un momento a otro después de una charla teórica todas las mujeres están trabajando, pueden contar tranquilamente que para preparar el caldo bordelés  necesitan 1 kg de sulfato de cobre unos 600 Gr de cal viva y hasta un machete viejo para probar la acidez del caldo.  Se les ve disolver el kilogramo de sulfato de cobre en 10 litros de agua en el balde pequeño de plástico y disolviendo en otro balde más grande el kilogramo de cal viva. Después de tener disueltos los dos ingredientes por separado (la cal y el sulfato) mezclan, teniendo el cuidado de agregar el preparado del sulfato de cobre sobre la cal. Nunca lo contrario (la cal sobre el sulfato) las mujeres revuelven el preparado. En este momento Sonia saca el machete viejo y blandiéndolo en el aire, llama la atención de todas las mujeres. Miren… ¡póngale cuidado a este dato importante! las mujeres ríen de ver a Sonia con el machete en alto, se parece a Manuela Beltrán en plena Revolución de los Comuneros dice una de ellas, pero ponen atención a sus palabras. Sonia les dice que el machete es para comprobar si la acidez de la preparación  está óptima para aplicarla en los cultivos, la idea es sumergir el machete en la mezcla y si la hoja metálica se oxida es decir salen una manchas rojas es porque está ácida y requiere más cal para neutralizarla, si esto no sucede es porque está en su punto para utilizar el caldo. Les recuerda que el caldo bordelés  en algunos cultivos se puede aplicar puro, pero en otros lo más recomendable es disolverlo con agua, para evitar “quemar” los cultivos más sensibles.

Las mujeres que participaron en este taller aprendieron a hacer diferentes biopreparados para sus huertas y cultivos. Aprendieron que los biopreparados están clasificados en bioestimulantes, biofertilizantes, biofungicidas, bioinsecticidas o biorepelentes.  Saben muy bien que toda esta magia de la naturaleza está disponible en sus fincas a bajo costo. Así continúan desarrollando esa antigua habilidad de la observación y el pensamiento, que como queda claro, cambia el mundo y ellas están dispuestas a trabajar una agricultura agroecológica con el convencimiento de ofrecer productos sanos, libres de agrotóxicos, en primer lugar  a sus familias y comercializar los  excedentes.




Estas mujeres campesinas  tienen una conciencia del cuidado arraigada desde hace tiempos, son la columna vertebral para construir una calidad de vida en sus comunidades, sin la participación de ellas no se puede pensar en un desarrollo regional. En este punto,  es necesario recordar algunas recomendaciones que el citado informe  sombra específico de Mujeres Rurales y Campesinas de Colombia  hace a la CEDAW para que esta recomiende al estado colombiano.

Cabe recordar que la  CEDAW es el Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) órgano de expertos independientes que supervisa la aplicación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. El CEDAW está compuesto por 23 expertos en materia de derechos de la mujer procedentes del mundo entero y pertenece al sistema de Naciones Unidas.

Las recomendaciones tienen que ver con aspectos como la creación por parte del gobierno nacional de un  Sistema de Información de Mujer Rural, que adopte e implemente indicadores de género en los sistemas estadísticos como el de asignaciones de tierras para mujeres rurales a través del Fondo de Tierras de Distribución Gratuita, genere información cualitativa –especialmente en el sector agrícola y rural– de cara a la obtención de líneas base que especifiquen formas de violencias y de discriminaciones y de trabajo no remunerado vinculado a la economía del cuidado de mujeres y niñas rurales y campesinas. Que implemente la Ley 731 de 2002 o Ley de Mujer Rural y construya de manera participativa con mujeres rurales a nivel nacional la Política Pública Integral de Mujer Rural o de paso a la implementación de un CONPES que facilite la implementación de las anteriores. Que proteja la vida y los bienes  comunes de las mujeres rurales y campesinas frente a los intereses de empresas y negocios, especialmente aquellos que perjudican el ambiente o afectan negativamente la relación de las mujeres en sus territorios, recursos y comunidades, haciendo un análisis desde la interseccionalidad que contemple la relación de las diversas discriminaciones que ejercen actores privados y públicos. (Elinforme y recomendaciones aquí).

El final de la tarde se acerca, el grupo de mujeres después de un día de trabajo continúan más alegres, están satisfechas y llenas de esperanzas, saben que sus conocimientos les servirán para sacar adelante sus familias y mejorar su producción agrícola, pero sobre todo que no están solas, que están trabajando unidas construyendo comunidades saludables a partir de una agricultura sana que  sus espíritus inquietos y observadores, es ese mismo espíritu que hace diez mil años observaba, como una semilla envuelta en una pequeña fibra de algodón, se extasiaba en el aire hasta posarse en la tierra y dar frutos, dando paso por asombro al descubrimiento de la agricultura y dar inicio así a las civilizaciones humanas. Solo los espíritus sensibles cambian el mundo, parecen decirnos estas campesinas del Chucurí que llevan es sus almas legendarias, las esperanzas de un país mejor y con más dignidad.






Comentarios

supernayita ha dicho que…
Agradezco a la Corporación Compromiso por su dedicación a contribuir a mi vereda Santa Inés con las buenas prácticas agrícolas. Yo como docente me siento satisfecha el haber participado en tan importante enseñanza reproducida a mis estudiantes.