Por Juan Pablo Soler Villamizar. Otros Mundos – Colombia
Noviembre 11 de 2010
Quienes se lucran con la construcción de grandes represas insisten en que éstas deben ser consideradas Mecanismos de Desarrollo Limpio –MDL- lo cual, haría más rentable el negocio debido a las ganancias adicionales generadas por la venta de bonos de carbono, y además, les podría dar un viso de aceptación social en virtud de presentarse como uno de los mecanismos para enfriar el planeta.
Lo cierto es que las grandes represas ni son limpias ni enfrían el planeta. Muchas de ellas han teñido de sangre las aguas del mismo río que embalsan, han desplazado más gente que la guerra, favorecen el lucro privado a costa de la pobreza absoluta de las poblaciones que desplaza, la noción de progreso que imponen desaparece los saberes tradicionales y cultura de las poblaciones que afectan, y en lugar de reducir las emisiones de gases efecto invernadero, las incrementan.
Al respecto la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales[2], menciona que un proyecto puede ser considerado elegible dentro del MDL si es posible demostrar y cuantificar la reducción de emisiones y propiciar un desarrollo sostenible. Ahora bien, los criterios base del desarrollo sostenible –tenidos en cuenta por los inversionistas a la hora de evaluar los proyectos MDL- enmarcan los impactos ambientales positivos a nivel local, la generación de empleos, integración regional y sectorial, conservación del hábitat local, no ocasionar desplazamientos forzosos e involuntarios y la eficiencia de costos, entre muchos otros aspectos; sin embargo, los textos, imágenes y discursos con que se venden varios de los proyectos MDL distan de la realidad.
La represa Hidrosogamoso en Colombia es uno de estos casos; la voz de las comunidades y la realidad en campo demuestran que esos criterios en su mayoría no se cumplen, los impactos negativos son mucho más sentidos que los beneficios, el proyecto es una imposición que vulnera la cultura local y afecta los medios y formas de subsistencia de los campesinos de la región.
Los proyectos MDL y los otros mecanismos contemplados en la compensación de emisiones como solución al calentamiento global, son una burla a la humanidad creada en la mente de los mercaderes de la vida. Es posible que las tecnologías propuestas reduzcan la emisión de gases comparadas con aquellas que queman combustibles fósiles, pero al final, cada MDL que se construye no implica la salida de funcionamiento de una planta de generación a base de carbón -por ejemplo-; es así como estos mecanismos incentivan la producción y consumo de energía antes que desechar tecnologías obsoletas, a la vez que generan mayor emisión de gases a la atmósfera.
Represas: ¿Energía limpia?
Existen evidencias e investigaciones que sustentan porqué las grandes represas no pueden ser consideradas energías limpias, verdes, o estrategias de compensación de emisiones contempladas en el protocolo de Kyoto.
Investigaciones sobre el clima han demostrado que las grandes represas emiten cantidades considerables de gases efecto invernadero a la atmósfera. Una represa hidroeléctrica produce dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), durante todo su período de vida útil, producto de la descomposición aeróbica y anaeróbica de la materia orgánica que queda bajo las aguas del embalse y que continuamente entra al mismo arrastrada por la corriente del río. El Instituto Nacional Brasileño para Investigaciones Espaciales, estima que las 52.000 represas existentes en el mundo emiten cerca de 104 millones de toneladas métricas de metano cada año, contribuyendo con más del 4% del calentamiento total del impacto de actividades humanas[3]; por otra parte, este mismo Instituto señala el impacto del metano producido por una gran represa durante un año es equivalente a 20 años de 7.5 billones de toneladas de dióxido de carbono entonces, ¿Cómo se mitiga el cambio climático con el emplazamiento de estos proyectos?
La deforestación se sitúa como la segunda principal causa del calentamiento del planeta, puesto que las plantas son las principales encargadas de absorber el CO2 de la atmósfera y transformarlo en celulosa. Ahora bien, la construcción de una gran represa implica la inundación de miles de hectáreas de selvas agudizando la problemática del calentamiento global[4]. Por otra parte, el desplazamiento forzado que provocan las represas, implica que quienes trabajan la tierra tengan que buscar otros lugares para cultivar y sobrevivir y eso implica mayor deforestación, aumentando la concentración de gases efecto invernadero en la atmósfera en dos vías: la primera, devolviendo el CO2 que ya se había fijado al quemar la madera talada o por la descomposición de la misma, y la segunda, por la pérdida de capacidad de absorción del exceso de CO2 que se encuentra en la atmósfera.
La deforestación se sitúa como la segunda principal causa del calentamiento del planeta, puesto que las plantas son las principales encargadas de absorber el CO2 de la atmósfera y transformarlo en celulosa. Ahora bien, la construcción de una gran represa implica la inundación de miles de hectáreas de selvas agudizando la problemática del calentamiento global[4]. Por otra parte, el desplazamiento forzado que provocan las represas, implica que quienes trabajan la tierra tengan que buscar otros lugares para cultivar y sobrevivir y eso implica mayor deforestación, aumentando la concentración de gases efecto invernadero en la atmósfera en dos vías: la primera, devolviendo el CO2 que ya se había fijado al quemar la madera talada o por la descomposición de la misma, y la segunda, por la pérdida de capacidad de absorción del exceso de CO2 que se encuentra en la atmósfera.
La historia y la crisis actual son suficientes argumentos para rechazar los proyectos de represas en curso en América Latina y el mundo, que se imponen por intereses ajenos al de las comunidades locales o no cuentan con la aprobación de las comunidades directamente afectadas. En varios casos, las comunidades no han sido informadas o consultadas debidamente, como sucede con el proyecto Chan 75, en Panamá; La Parota, El Zapotillo y Paso de la Reina, en México; Belo Monte y Madeira, en Brasil; El Quimbo, Hidrosogamoso, Besotes, Ituango y El Cercado, en Colombia; las presas de Hydroaisén, en Chile; Baba y Cajón, en Ecuador; y El Cimarrón y Chaparral, en El Salvador, entre otros casos[5].
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